En 75 años, los jóvenes vivirán las peores consecuencias del cambio climático
- ADRIAN GILDARDO RODRIGUEZ VILLAZANA
- 24 may
- 3 Min. de lectura
Autor del artículo: ExpokNews
Fecha de publicación: 22 de mayo de 2025
Palabras clave: Cambio climático, Juventud, Salud pública, Obesidad, Salud mental, Desigualdad.

Las próximas décadas presentan un panorama difícil de imaginar: para el año 2100, casi 1 900 millones de jóvenes habrán crecido bajo el asedio constante de un clima extremo y recursos cada vez más escasos (The Lancet Commission, 2025). Esta cifra no es una simple estimación académica, sino la proyección de científicos que alertan sobre la inseguridad alimentaria, las olas de calor prolongadas y el acceso restringido al agua como parte de la cotidianidad de toda una generación. Cuando hablamos de “enfrentar el clima”, no nos referimos solo a eventos esporádicos, sino a un entorno en el que la estabilidad y la esperanza dependen de políticas urgentes y coordinadas.
Hoy mismo ya se pueden ver las huellas de ese futuro cercano. Las olas de calor intensificadas han disparado los casos de enfermedades cardiovasculares en adolescentes, y las pérdidas agrícolas prolongadas amenazan la nutrición básica de millones de familias (Smith et al., 2024). Al mismo tiempo, la degradación ambiental se traduce en desplazamientos forzados: jóvenes sobre todo en zonas rurales y comunidades con menos recursos pierden sus hogares y sus redes de apoyo, lo que agrava la inestabilidad emocional y el acceso a servicios esenciales (García & López, 2023).
A esto se suma un reto sanitario que ya estaba latente antes de la crisis climática: la obesidad juvenil. Para 2030 se calcula que 464 millones de adolescentes vivirán con sobrepeso u obesidad, fenómeno que no es resultado únicamente de hábitos personales, sino de sistemas alimentarios dominados por ultraprocesados y sin regulación efectiva (Federación Mundial de Obesidad, 2023). En América Latina y el Caribe, donde las opciones saludables escasean, esta “tormenta perfecta” de mala alimentación y cambio climático conspira contra el bienestar físico y reduce las oportunidades académicas y laborales de los jóvenes más vulnerables.
Pero no todo es visible a simple vista. La salud mental de esta generación sufre un “declive significativo” marcado por la ecoansiedad, el miedo constante al futuro y la falta de servicios psicológicos accesibles (Baird, 2024). En sociedades donde hablar de salud mental sigue siendo un tabú, muchos adolescentes se sienten solos frente a traumas ambientales y sociales que pocos profesionales están preparados para atender. Según UNICEF (2022), la escasez de recursos en salud mental puede traducirse en tasas crecientes de depresión y trastornos de ansiedad entre jóvenes de zonas rurales y urbanas marginales.

La crisis climática además profundiza desigualdades ya existentes: las adolescentes rurales, indígenas o desplazadas por conflictos sufren mayores barreras para acceder a educación y atención sanitaria, lo que limita su resiliencia y perpetúa ciclos de pobreza (Pérez & Gómez, 2023). Aspectos como el embarazo precoz y la deserción escolar siguen golpeando con fuerza en comunidades donde la respuesta institucional es débil, condenando a muchos jóvenes a un futuro de oportunidades restringidas.
Frente a este panorama, el informe de The Lancet propone un llamado urgente: invertir en la juventud no es un gasto, sino la única apuesta realista por la adaptación y la justicia climática. Definir estrategias inclusivas que garanticen acceso a salud tanto física como mental y prioricen la voz de los adolescentes en las decisiones ambientales puede marcar la diferencia entre un mañana catastrófico y uno sostenible. El futuro de casi dos mil millones de personas depende de que escuchemos hoy sus necesidades y sus miedos.
留言